martes, junio 19, 2007

Cuando la tierra paró de girar



Será ésta la primera carta de navegación de nuestro viaje.

Voy a contarte cuentos de barcos, de océanos inmensos con naves cargadas de maravillas, de esas maravillas que aún no he podido contarle a nadie, ya sabes, vivir entre tantos ingenieros, números y planes puede ser una de las cosas mas emocionantes del universo, pero a la hora de embarcarse les cuesta un poquito mirar las estrellas como yo pienso enseñártelas.

Voy a mostrarte como se embalan caricias de luna con poemas nuevos y viejos, ésto me lo enseñó un viejo amigo que por estos días transita conmigo en navíos sin tiempo cargados de letras, tiene el pelo revuelto y le gusta bailar al son de las gaitas en el viejo continente...

Voy a contarte la historia de mis hadas, esas que nunca he contado a nadie (porque en estos tiempos nadie cree mucho, ya sabes) y te enseñaré la forma en que puedes verlas y hasta tocarlas sin que nadie pueda saberlo.

Voy a enseñarte a volar en la forma en que he aprendido a hacerlo, así, entre nubes de conejos y adivinanzas de animales, a volar sintiendo que se vuela y aterrizar como los pájaros cuando bajan a remover las hojas de los árboles.

Recorreremos de la mano el barrio para charlar con el vagabundo, la señora de las flores, el viejo de la pescadería, los presurosos pasajeros de tabernas, los gatos de la plaza, y verás que en la sencillez de lo cotidiano se funda la magia.

Hablaremos de libros, del aire, de duendes, del misterio de la lluvia y los relámpagos, el poder de la música y los arpegios para enseñarte a amar las artes, las danzas, los besos perdidos en una butaca de cine antiguo, y la belleza de las letras en el acto simple de transcribir el alma.

Nos hundiremos en tortas de lúcumas, comeremos caramelos en las plazas en los frescos de la media tarde, morderemos peras en almíbar, me lanzarás naranjas al pecho y nos torceremos las orejas cuando comamos tallarines para tragarlos más rápido, soñaremos con gallinas preparadas en calderos, tocinos perfumados, cestas de pan oloroso y lameremos el plato del puré hasta morirnos de la risa.

Te contaré de los misterios de Dios contados y cantados en siglos de inefables maravillas.
Y sabrás que aún en sus misterios la vida es variopinta, hermosa, con caminos tan locos como mágicos y que vale la pena vivirla.

Te llevaré de tu cuna a la luna y así olvidaré (angelito de mi alma) el día en que por un segundo en el eterno vértigo de mis días la tierra paró de girar.